viernes, 27 de enero de 2012

lo que el viento se llevó

Desnuda de atuendos y de pensamientos, detecto a mí alrededor el modo en que van surgiendo los surcos del deseo. Algunos tan cerca que me tocan y otros tan lejanos como el invierno; unos tan pequeños como una semilla, otros tan grandes como mi órgano cardíaco. Son como gotas de lluvia que caen y agujerean la superficie que me circunda, invadiendo sin prisa la zona, para hacerse notar. Las noto –y las anoto- y entonces sí, inevitablemente me pierdo en las cavilaciones de mi mente inquieta e inquietante. Y ahora ardo en palabras, pero jamás voy a poder decir lo que quiero decir. Es que ni bien intento asir mis pensamientos, se mezclan con las gotas de lluvia, se hacen tormenta y no se entienden en la vorágine del huracán. Y se me pierden, y se me escapan, y se me van.



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