sábado, 14 de enero de 2012

calesita pentagonal

La cosa es así: hay una calesita del tamaño de una cajita musical, que es pentagonal y en sus puntas –que son ahuecadas- hay siempre un objeto que viene a llenarlas y que les cabe perfecto. Bueno, en todas las puntas menos en una. Es que hay una punta que aunque pongas todo de vos para llenarla, aunque te esmeres en encontrar objetos que quepan maravillosamente en una y cada una de las puntitas ahuecadas, hagas lo que hagas, siempre hay una –no importa cual- que no se llena. La calesita está estática y sólo se puede mover manualmente, por lo que uno puede rotarla a gusto y piacere e ir buscando objetos para insertar en esos pequeños huecos. Los objetos varían según el agrado de cada quien, y así hay quienes eligen objetos brillantes, otros quienes los prefieren de colores opacos y oscuros, y otros que llegan a conseguir objetos con formas extrañas y texturas increíbles. Entonces, como dije antes, según el clima, los ánimos, la alineación de planetas, el día correspondiente al ciclo menstrual y muchos otros factores que ahora no voy a detallar, hay una punta que queda vacía. Esa –me atrevo a adjetivarla de “maldita”- punta vacía es mejor que quede del lado de la pared, si es que uno coloca la calesita pentagonal sobre su mesa de  luz. Porque, al margen de que estéticamente no quede armonioso para el ojo humano, de algún modo esa puta, digo punta, vacía se las arregla para clavarse en el centro del pecho de quien la posea. Y duele, mucho. 

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