Estoy dulcificada por el dulce de membrillo que se derramó del tarro y pegoteó el estante de la cocina. Las hormigas me invaden para hormiguearme y satisfacerse en mi dulcificación. Las veo en mis manos, en mis brazos, en mis piernas, en todo mi cuerpo. Las veo y, a pesar del asco que me provocan, me quedo inmóvil ante su invasión. Son miles, son muchas, son cada vez más. Ahora el gato gatuno que pasa a mi lado se alarma porque me ve sofocada en oleadas de hormigas, y me lame para quitarme a los pequeños mutantes. Eso me hace cosquillas, y cosquilleada me río, y me río mucho. Entonces llega mi padre y me pregunta qué hago tirada en el piso de mármol de la cocina, hace frío. Entonces me río más, porque estoy enredada en mis carcajadas y no le puedo decir a papá que me río porque me dulcifiqué y las hormigas me invadieron y el gato me está salvando.
Listas las hormigas.
ResponderEliminarProtector el gato.
Divertida Rita.
Me pido ser gato.