martes, 16 de agosto de 2011

que dolor de cabeza

Y mirá que le dije, eh, “no me molestes más”, pero ahora se le dio por invitarme a remontar un barrilete. “¿Qué te pasa?”, le dije, “¿desde cuándo remontás barriletes?”. Me dijo que nunca lo había hecho, pero que lo quería hacer conmigo, porque creía que yo iba a ser buena en eso, por algo de la longitud de mis piernas y la timidez de mis manos. Mientras me sacaba el vestido, le dije que no iba a acompañarlo, en mi imaginación no entraba esa posibilidad, es de libro, pero no de libro universitario, de libro de cuentos para niños de 5 años. Que por qué no quería acompañarlo, que iríamos a la ribera y hasta llevaríamos sandwichitos de miga para saciar el apetito y unas cocas bien frías para no tener sed. Eso me lo dijo mientras se sacaba el pantalón, pero no me miraba, no, se miraba a él mismo en el espejo, se miraba y se amaba, y eso me irritó más. “Yo quiero aceitunas para comer y vodka para tomar”, le dije, “así que no”. Y seguía mirándose al espejo, qué asco, basta por favor. Pero igual le dije “Dejá de contemplarte y vení a la cama, ¿querés?”. Y, como mientras lo decía ya me arrepentía, me incorporé, agarré mi almohada y me fui a dormir al baño. Recién me levanto, y no entiendo por qué estoy enredada entre las sábanas, sus piernas y el barrilete.

2 comentarios: