miércoles, 25 de mayo de 2011

a dónde

A dónde van
los suspiros que se escapan de las desilusiones
las palabras pronunciadas con cuidado
las cenizas de los fogones de primavera

A dónde va
lo vivido olvidado por insignificante
lo vivido olvidado por dolorosamente importante
lo vivido
-todo-

dime a dónde, voy a buscarlo.

martes, 24 de mayo de 2011

y toti dónde está?

yo nunca lo veo a toti. NUNCA. Pero que quede claro que me doy cuenta de que vino. Y me doy cuenta de que vino porque hay chocolate en la heladera. Y el chocolate que hay en la heladera es un Milka en cajita. Alguna vez en tu vida viste ó ni siquiera pensaste que ibas a ver un chocolate milka EN CAJITA? Bueno, yo lo vi (creo). Porque Toti nos trae chocolate en caja, hongos listos para comer y aceite de oliva en paquetito de metal. Yo creo que Toti compra todo en Jumbo. Jumbo es un supermercado para extranjeros. Pero Toti puede entrar porque tiene apellido italiano y pinta de francés.
Yo a toti no me lo cruzo nunca (y menos en el jumbo) pero me doy cuenta de que estuvo por una cuestión semiótica. El pasa y deja señas, iconos e indices desperdigados en el paradigma teorico de mi cocina. Y yo asi hilo, sin mucha inteligencia, y me doy cuenta que si A) yo hace mucho que no compro aceite en cajita de metal ni chocolate en cajita de cartón y B) todo eso está en mi heladera, entonces R.1) Me equivoqué de depto R.2) Alguien lo compró. De modo que, si mis razonamientos no fallan, toti vino, fue a jumbo, volvió y dejó todo acá.

Pero Toti no nos dejó  bolsas de Jumbo.
Y la basura no la puedo tirar ni en una cajita de cartón ni en un paquetito de metal.
Malo toti, malo.

sábado, 21 de mayo de 2011

solamente

ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida

[  Alejandra Pizarnik, "La Última Inocencia"  ]

viernes, 20 de mayo de 2011

perro salchicha gordo bachicha

Avanzo con pasos cortos y rápidos, mirando fijamente las baldosas de la vereda, intentando no pisar las rayitas que las dividen. Cuando puedo, y siguiendo con la premisa de no pisar las rayas, levanto con cuidado algunas hojas que los árboles dejaron caer al suelo, y a otras las aplasto con la suela de mi zapatilla para oír el encantador sonido que hacen. Hay muchas personas caminando a mi alrededor, y es como si cada una me fuera a derribar con el viento que deja al pasar a mi lado. Pero yo, concentrada en el arte de no pisar las rayas, camino con los músculos tiesos y me mantengo firme. De vez en cuando levanto mi mirada de las baldosas, y veo que las señoras grandes con ojos grandes y bocas grandes me miran y me sonríen, yo les sonrío si me gustan, y bajo la mirada si me asustan. Las señoras me distraen y me hacen pisar alguna alguna que otra raya prohibida, entonces cambio de juego; no me gusta perder. Ahora camino por los canteros haciendo equilibrio con los brazos abiertos a ambos lados. Voy con la mirada en alto dejando que la brisa otoñal me pegue en la cara, pero también de cuando en cuando pispeo hacia abajo, para no errar y caerme del cantero. Veo una fila de hormigas que avanza paralela a mí, me agacho e intento agarrarlas, pero mis dedos torpes las aplastan y las matan, así que abandono la tarea y retomo mi sendero. Veo que en la esquina hay un perro, y corro a máxima velocidad esquivando señores con ropa elegante y maletines en las manos. Freno a unos pocos centímetros del perro, e inmediatamente le acaricio el lomo con mi mano derecha, y él me devuelve la atención con varios lengüetazos. Siento que alguien me tironea del brazo para hacerme retomar el camino. Yo hago toda la fuerza que mis músculos me permiten para poder quedarme junto al perro. Escucho que una voz me dice que no tenemos tiempo para detenernos, que llegaremos tarde. Me pongo en cuclillas y comienzo a llorar y a gritar. Cierro los ojos y sigo gritando, cada vez más y más fuerte. Siento que me agarran de las axilas, y que hacen fuerza para levantarme del piso. Asustada, abro los ojos y veo que el perro se fue. Lentamente dejo de llorar, estiro la manga de mi pulóver rosa, y con ella seco las lágrimas que inundaron mis mejillas y los mocos que invadieron mi nariz. Con el fin de mis gritos, oigo que empiezan a cantarme mi canción preferida. Mis oídos comienzan a endulzarse con su melodía, y de mi boca comienzan a salir automáticamente las estrofas que la acompañan. Mis ojos, abiertos de par en par, ahora brillan, pero no por las lágrimas derramadas momentos antes sino por la alegría que me provoca escuchar y cantar aquélla canción. Lo hago a viva voz, modulando cada palabra y sin afinar ni una sola nota. De este modo, retomo la marcha con mis pasos cortos, ya sin juegos de por medio, sólo cantando aquélla canción.

martes, 17 de mayo de 2011

conversaciones IV

-Hola, si, ¿en qué puedo ayudarte?
-Hola, eeeh... Sí, quería 300 gramos de Orgullo.
-Bien... A ver... mmm 250, 310, 300... Ahí está, ¿Te lo envuelvo para regalo?
-No, así está bien.
-Bien, son $8,50.
-Ahí tenés, justo.
-Uh, ¡muchas gracias por el cambio!
-No, de nada, chau.
-Chau, ¡que tengas un buen día!

... y salió, se sentó en el banco de una plaza, y se comió los 300 gramos de Orgullo.

domingo, 15 de mayo de 2011

estereotipo

Sus actos no son la excepción, digamos que no es un ser excepcional. Mejor le sale decepcionar, un arte habitual pero particular. Y así actuando en su particularidad roza lo casual. Resplandece en su casualidad y destila atomicidad. El resplandor de su figura, enceguece su cordura y ya lleva años figurándose la locura. Que si por el barrio le dicen loco, de seguro no es mérito propio. Dícese que su seguridad es imagen y su propiedad es privada. Y se olvida que de mucho se priva porque su vida es imaginada.

viernes, 13 de mayo de 2011

tráeme la noche

Hay muchas, varias. Quiero destrozarlas, a todas. Las luces rebotan en sus cristales y me encandilan y me irritan. La mía en particular está vacía y las otras en general están llenas, burbujeantes y presumidas, las quiero rebolear, a todas. Los acordes que suenan y resuenan en el ambiente, hacen juego con su tintinar en los chin-chines cuando todos ilusamente brindan por el amor, la salud y el dinero. Y yo quiero que se rompan, todas. El aroma a empanadas de carne picada se impregna en ellas, en todas, y más en la mía. Y yo las odio más, a todas. Las risas rebotan en ellas y las hacen reírse a ellas mismas, y yo las quiero ver llorar, a todas. Las miro más y más las detesto, pero no puedo dejar de verlas. Insoportablemente protagonizan el lugar y el momento, están en cada gesto y en cada suspiro.
Entonces giro mi torso y levantando la mano grito:
-Mozo, tráigame otra.


martes, 10 de mayo de 2011

un consejito

Claros resabios de lo vivido
si te importa
haceme caso y ponete un abrigo
que es que aunque ya no haga frío
no es un tema de meteorología lo que te digo.
Milagros no hago
porque no existen 
eso está claro
pero si te quedás a mi lado
será mejor que consigas convertirte en un mago
porque ya es demasiado
terminar flotando en un lago.

domingo, 8 de mayo de 2011

insulto a la coherencia

nena, cómo señora?. Cómo me decís señora, a esta hora, en este lugar?. Una masacre urbana. Y pública: está todo un colectivo atento a tu confusión. El chofer mira, el de atrás mira. el de más atrás también porque evidentemente NO SOY SEÑORA. No viste mi cara, mis movimientos, mis pensamientos antes de hablar? Una señora puede leer en un colectivo  "hasta la caramañola", carpeta oficio en un mano, dos bolsas en la otra y el libro sostenido por el esfuerzo del mentón y unos dedos que quedan libres?. Puede? Vos pensás? Encima te reís... te reís con tu amiguita mocosa "inadaptada" de no se qué estupidez de la que hablas que no entiendo. Yo no soy señora, soy jovial, me bajo en Palermo y, sabés qué, en una bolsa tengo un "vino". Porque sí, porque yo también salgo de "joda" con mis amigos.
Es un error, está bien, pero ni siquiera me pedís perdón. Y si no me pedís perdón de alguna manera me decís señora dos veces. Te miro, y seguís riéndote. Te miro al rato, y ya te fuiste. "Pendeja atrevida". Yo no soy señora, soy señorita.

lucyinthesky***

viernes, 6 de mayo de 2011

abrieron una dietética

el otro día corrieron la dietética una cuadra. Antes estaba a una cuadra y ahora está una cuadra para adelante. ahora está enfrente del 168, inmortal, serena, efrentándome, conovocándome desde los lugares más sanos de mi espíritu. Cada vez que el semáforo se pone colorado, me llama: lucianaaaa, luciaaanaaaaaaa, nueces mariposa, café de higo, miel de la provincia, caramelos de propoleo, lucianaaaaaa. Y yo la miro, me mira, nos miramos, cruzo. Debate moral. El 168 ó arroz yamaní. Llegar temprano ó galletitas de lino. No puedo, cruzo. Estoy anémica. Me va a venir bien. Entro. Me atienden. Salgo. Se van 3 168 juntos. O 3.168 168 lo cual sería lo mismo. Gravísimo. Llego tarde. Me sube la presión. Necesito sal sana. Cruzo. Me abren, entro y compro. Salgo. No tengo monedas. Se va otro bondi. Me estreso. Necesito té en hebras. Cruzo. Entro. Compro. Salgo. Me olvidé algo, cierto. A mi me encantan las galletas de algarroba, me desvivo, me deshago por es masa chiclosa, amalgamada con picadura de nuez y pasas de uva. Pero no, no y no. Cerramos para el almuerzo. No! Nooo! Nooooo! Me angustio. Me vacío. Quiero mi dietética. No voy a trabajar. No voy a nada. Me siento, espero, abren y entro.

lucyinthesky***

martes, 3 de mayo de 2011

lo que cuenta

Quise contar un cuento
un cuento de un juego
de un juego que te lleva al cielo
pero
en el camino
me enredé con tantos números
caí
y me encontré contando números
uno
más
dos
tres
más
tres
seis
más
cuatro
diez
más
¿cuánto?
A fin de cuentas
me di cuenta
que
no importa lo que cuentas
tampoco importa cuántos cuentos cuentas
lo que importa
quiero decir
lo que cuenta
es
cómo
y por qué
lo cuentas.

domingo, 1 de mayo de 2011

vendetta

Estabas muy tranquilo, lo sé. Pero yo no. Tu tranquilidad actual reflejaba el modo en que me habías lastimado. Como si nada, te apareciste un día después de varios años sin dar noticia alguna; mientras yo sufría y moría por dentro, y lentamente comenzaba a marchitarme por fuera. El día que te fuiste, al despedirnos, me besaste tan intensamente que debí imaginarme que aquello no era una demostración del amor que por mí sentías. No, eso no  era un beso de amor, definitivamente era un beso de despedida. A partir de ese momento, y en el transcurso del tiempo en que desapareciste fui muriendo lánguidamente, hasta que regresaste. Te paraste frente a mí, me miraste y te miré. A diferencia de lo que siempre había supuesto que iba a sucederme cuando te viera nuevamente, pude sostenerte la mirada, pude sostener la frente en alto, pude sostenerme en pie. Y no sé cómo, ni de dónde, saqué las fuerzas que me habías quitado. Tampoco sé cuánto tiempo pasó, no sé si fueron horas o simplemente segundos. Cuando volví en mí, vos estabas en el suelo y yo, en cuclillas, te sostenía entre mis brazos y, con lágrimas en mi cara, veía cómo tu sangre se iba esparciendo por el piso de la habitación.