Me embellezco entre tus piernas,
entre tus brazos, sintiendo tu piel con mi piel, tu nariz contra la mía
respirando la una por la otra, tus pestañas acariciándome y mi pelo abrigándote
del frío que entra por la ventana del comedor. Penetrada por tanta completud me perturbo,
no entiendo quién es quién y qué es qué. Me mareo, me
pierdo, me acostumbro, me acomodo a vos, y me moldeo según tus formas, juego
con tu barba, me veo en tus ojos, sonrío con tus sonidos, como de tus besos y
bebo de tu sed. Te tatuás en mí y yo en vos, y nos olvidamos del mundo pero no
de mí y no de vos, somos vos y yo, somos dos pero somos uno, somos vosyo. Y es
tan peligroso como jugar a la ruleta rusa pero con todas las balas cargadas, y
con un solo jugador: yo. Porque si vos te vas, dejás tu marca, tu huella, tu
código de barras con números enteros y descremados, y yo quedo acá, ya sin el
vos, siendo todo yo, todo yo yo yo. Y me abro, me quiebro, y las balas salen
una tras otra sin intervalo, sin aire, sin respiro, sin suspiros, sin
preguntar, sin pedir permiso, sin dejar lugar más que para un yo. Entonces permitime irme antes de que te vayas, dejame salirme del momento, de la
situación, y dame lugar a mirarme desde arriba, o desde abajo, o desde los costados, pero no
en mí. Y así, en este nuevo estado, en este nuevo contexto, en esta nueva realidad, te abrazo, te miro, te escucho, te toco, te
beso, te muerdo, te invado, te caliento, te envuelvo, te exprimo, pero sin hacerlo. Porque me fui a jugar a la ruleta rusa, sola, y ya estoy en otro lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario