martes, 1 de mayo de 2012

bien

Te dejé sin premeditación obsesiva, sin darle vueltas al asunto, de un saque, te saqué, de cuajo, te arranqué, de cuajo. No había movimientos que estimularan sentimientos, ya nada me sacudía de la estructura arcaica en la que me ubico, en la que me asiento desde mi nacimiento (o desde antes quizá), estructura de la cual no puedo /quiero salir. Sujeta sujetada al Otro que aparece y desaparece, que va y viene en el vaivén de la palabra. Como un ovillo llegué, enmarañada hasta el hartazgo en los discursos, y lentamente me desenredé, me despeluché, y ahora tengo más caminos, ahora veo más caminos. Ahora puedo nombrar lo que veo, puedo nombrar lo que escucho, y todavía no puedo nombrar lo que duele porque aún no estoy lista para que eso salga por mi boca sin ahogarme. Puedo cantar, y bailar, y reírme, y llorar, y gritar, y gritar: no puedo más. Estoy en un puente, un puente que construí con arcilla y papel, no me voy a tirar, pero tampoco lo voy a cruzar. Por ahora me quedo acá, veo pájaros, pajaritos, mariposas, maripositas. Veo peces en el agua, veo rocas, veo algas, veo basura, y si levanto la mirada siento el viento en mi cara: es frío pero sirve. Sirve de sostén, de aviso, de recordatorio (hola, estás viva), pero aclaro que eso no es cien por ciento maravilloso. No siempre me gusta sentirlo todo, y acá en el puente pasa eso: siento. Pero aunque no todo es  perfecto acá en el puente, ya no puedo caminar más, por ahora, no, no puedo, estoy anclada, aunque quisiera moverme para otro lugar. En mi piel se lee "basta de puentes y asombrosas mariposas", eso ya lo conozco, lo digo, lo hablo, puedo nombrarlo. Y sé muy bien que hay un bosque por ahí, por allá, lo sé, alguien me lo contó, o lo inventó, o lo inventé. Ese bosque sé que está en algún lugar, pero sólo lo sé, es una intelectualización, un conocimiento, una racionalización. Aprendí que existe un bosque, que es oscuro y húmedo, en donde hay cosas que nunca ví. Lo tengo anotado en mi libretita de anotar la vida: “hay un bosque al que no conozco, al que no tengo acceso, al que quiero –y no quiero- ir”. Entonces sigo acá, en el puente, mi puente, o el de Otro, maravillada por el soplo del viento en la cara, esperando que venga alguien –otro- que me invite al bosque, que me arranque de cuajo, que me arranque, que me saque, sin vueltas, como hice con vos.


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