El concierto de tu risa me aturde y me eriza, porque en cualquier lugar te escucho lejanamente cercano. Me voy yo, siempre yo, y vos te quedás agarrado de las mismas ramas, del mismo árbol añejo al que siempre intentan -pero al que es imposible- derribar. Vuelvo sobre mis pasos –soy yo- a veces sin darme cuenta, hasta que me abofetea la afilada realidad. Sangrando huyo, salgo corriendo sorteando los charcos pantanosos de la memoria, del dolor que me provoca recordar. Porque en mi recuerdo hay risas y sonrisas, pero tapando llantos profundamente desgarradores que intento mantener bajo vieja tierra sin remover. Y así me voy, otra vez yo, aturdida por los espasmos del susto, del llanto y entonces te canto –mi encanto- que ya no volveré, que te olvidaré, que sobreviviré.
te canto mi encanto
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