Doce veces nos miramos
sí, fueron doce,
lo sé,
las conté.
Entre nosotros había
una señora, su pequinés
y un bache;
o –lo que es lo mismo-
una montaña, una roca
y un abismo.
No hubo besos,
sólo sonrisas y pestañeos
y un poco de cosquilleos.
Hasta que vos te subiste al transporte
y yo corrí sin soporte.
Tenía un libro en mis manos
y tiré a un señor con habanos.
Rápidamente desapareciste de mi vista
y yo te sumé a mi lista.
Y –ahora- recuerdo
que doce fueron
los minutos
-eternos-
que duró
nuestra historia
de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario