Creo poder entender ciertas cosas que antes no podía. O por lo menos ahora les encuentro alguna explicación que encuadra con mi modo de ver el mundo, el modo que actualmente tengo de pensar y de sentir el aire, el cielo, los olores, los colores, los pájaros y las personas. Pero aún hay cosas que no entiendo, entonces intento buscarlas en el diccionario, intento hacerme de alguna definición que aclare y calme mi duda, pero no hay nada escrito en el diccionario de eso, es inútil la búsqueda. Y entonces frecuentemente tengo arranques de ira infinita, y grito y lloro pidiendo auxilio para que alguien me dé alguna pista que logre esclarecer mi entendimiento. Y me doy cuenta de que nadie sabe qué decir, ni qué hacer, porque todos son parte de este laberinto enredante y sin fin, que logra marearte y desquiciarte y hacerte creer que formás parte de él, que seguís sus caminos y destinos, que vivís en él, por él y para él, y que vas a hacerlo siempre. En ese laberinto estamos todos -o por lo menos así nos lo hace creer-, y a veces algunos se hallan conformes y pueden dar palabras de aliento a quienes se encuentran perdidos entre tanto sendero virtual, pero al fin y al cabo aquéllos se encuentran tan perdidamente encerrados en esa maraña de vericuetos incoherentes, tan encerrados y asfixiados como todos, como vos, como yo. Y así sigo sin entender ciertas cosas, y me conformo cuando entiendo ciertas otras, pero no me canso de gritar y patalear por todo aquello que no me explican, que no me gusta y que no entiendo, todo aquello que no me dijeron cuando llegué acá. Por eso escribo y con mis palabras exijo -hoy, mañana y siempre- una respuesta a mis eternas preguntas, aunque sé que esas respuestas indefectiblemente dispararán más preguntas sin respuesta. Acepto el desafío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario